viernes, 3 de mayo de 2019

PASO "SANTÍSIMO CRISTO DESPOJADO"

SANTÍSIMO CRISTO DESPOJADO (José Antonio Hernández Navarro, 1993)

La imagen representa a Cristo de pie, despojado de sus vestiduras, antes de ser crucificado en el Monte Calvario.



El Señor está realizado en pino de Suecia y policromada al óleo. Peana e imagen son de una misma pieza, aunque tiene reforzadas las piernas con unos vástagos de titanio que unen la talla. Tiene la peculiaridad de que la corona de espinas está tallada sobre la cabeza del Señor. Tiene una altura de 1,83 cm. a los que se añade una peana representada en forma de peñasco de 12 cm. con lo que la altura total de la imagen es de 1,95 cm. El peso es de 80 Kg. Destaca por su perfección formal, elegancia y sencillez.



El Escultor José Antonio Hernández Navarro realizó la imagen del Stmo. Cristo en su taller de Los Ramos (Murcia), entre los últimos meses de 1992 y principios de 1993. Se presentó a la ciudad en el Museo Nacional de Escultura, el 19 de febrero de 1993, dentro del acto de inauguración de la exposición Caída y Despojo de Cristo.



Fue bendecido en la Iglesia Parroquial de San Andrés Apóstol por el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Valladolid, D. José Delicado Baeza, el día 20 de marzo de 1993. Su primera salida procesional tuvo lugar el Jueves Santo, día 8 de abril del mismo año, en la Procesión del Santísimo Cristo Despojado, Procesión titular de la Cofradía.



La imagen procesiona en la tarde-noche del Jueves Santo, en la Procesión titular de la Cofradí­a, que llega hasta la S.I.M. Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Valladolid, así como el Viernes Santo en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor.



En Semana Santa, la Candelerí­a que lleva es de vela Blanca, y el exorno floral en tonos rojos, casi siempre Rosa o Clavel, o en los últimos años, un exorno vegetal variado en verdes y morados.



La imagen preside una hornacina del siglo XVI situada en la Capilla de la Inmaculada de nuestra Parroquia. Dicha hornacina fue recuperada en el año 1992. Destaca por contener un hermoso fresco en tonos azules de Jerusalén y los cuerpos celestes.

PASO "PREPARATIVOS PARA LA CRUCIFIXIÓN"

PREPARATIVOS PARA LA CRUCIFIXIÓN (Juan de Ávila, 1679)

Fue el primer paso que se le adjudica la Cofradía para sus desfiles procesionales, incluso desde antes de su fundación en 1943 por miembros de la J.O.C. Antiguamente se llamaba El Despojo porque su Cristo original representaba el momento en que le eran arrancadas las vestiduras tras el azotamiento, y en él figuro la imagen del Santo Cristo del Despojo hasta 1949.



Se trata de una composición dramática, obra del escultor Juan de Ávila, realizada en 1679 a excepción del Cristo, que se perdió en un incendio. El actual, un Ecce-Homo que no representa el momento cronológico del misterio, es obra de Francisco Alonso de los Ríos, fechado en 1641.



Se compone de 4 imágenes: Con el Madero Santo preparado en el suelo, los sayones se entregan a la tarea de disponer la muerte del Redentor. Uno taladra el leño con un barreno, otro se dispone a abrir el hoyo donde a de ser colocada la Cruz, y el otro mantiene tensa la maroma que rodea el cuello de Cristo que preside la escena.



Participa únicamente en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor del Viernes Santo, ocupando el segundo lugar de los tres pasos con los que participa la Cofradí­a en esta magna procesión.



El paso, propiedad del Ministerio de Cultura, se custodia en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, que le conserva durante todo el año en la sala de pasos de la calle Rondilla de Santa Teresa. (El paso fue desamortizado en el Siglo XIX a la Insigne Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno). Desde el Jueves de Pasión hasta el Viernes Santo está expuesto en la Iglesia Parroquial de San Andrés Apóstol.



Carece de exorno floral y candelería, ya que trata de representar el misterio lo mas fielmente posible, y es iluminado por un sistema de focos eléctricos.

PASO "CAMINO DEL CALVARIO"

CAMINO DEL CALVARIO (Gregorio Fernández, 1614; Cristo, Pedro de la Cuadra, 1600-1620)

Es propiedad del Museo Nacional de Escultura, y lo procesiona la Real Cofradía Penitencial del
Santísimo Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y María Santísima de la Amargura, que lo tiene cedido para alumbrarlo a perpetuidad.
El 22 de noviembre de 1614 Gregorio Fernández se comprometía, mediante escritura notarial a realizar, por un precio de 2.000 reales, cuatro figuras: “Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, Simón Cirineo ayudándole a llevarla, un sayón tirando de la soga y un hombre armado”. El primero en documentar el paso fue el Conde de la Viñaza, quien utilizando unas notas de Ceán Bermúdez cita el dicho protocolo, en la actualidad perdido. Martí y Monsó, que también empleó los manuscritos de Ceán, corrigió la falta y añadió la Verónica, con lo que se completaban las cinco figuras originales: “Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas, Simón  Cirineo ayudándole a llevarla, un sayón tirando de la soga, un hombre armado y la Verónica”.

Del grupo original por lo tanto sólo se conservan cuatro, ya que el Cristo original de Fernández desapareció. A lo largo del tiempo el paso ha sufrido algunos cambios respecto a su composición original; así, la imagen de Cristo, desaparecida en el siglo XVII, fue nuevamente tallada a finales del mismo siglo, la cual también fue apartada del conjunto, ocupando su lugar el actual Nazareno arrodillado, cuya cabeza y manos pueden atribuirse a Pedro de la Cuadra (1610).
El paso, que aparece citado como “de Jesús Nazareno” y “de la cruz a cuestas” en las antiguas referencias, y, modernamente, como Camino del Calvario, ha suscitado numerosos interrogantes, siendo el principal el de la identificación de las figuras que componían el conjunto original. La existencia de una documentación equívoca, un montaje erróneo de las figuras y el empleo de distintas imágenes en sustitución del desaparecido Nazareno original, han provocado una notable confusión –solventada en buena medida por las últimas aportaciones de Luis Luna y Jesús Urrea.

La instrucción antigua de la Cofradía de la Pasión para el montaje de paso, que data de hacia 1650, proporciona una orientación sobre la disposición de las figuras. Se asentaba primero el Nazareno en el centro del paso, después se colocaba el Cirineo, luego el hombre armado, más tarde el sayón de la soga y por último la Verónica, “a la derecha del paso frente al Señor”. Según esta ordenación, que claramente avanza desde atrás hacia adelante, y en virtud de una composición equilibrada, las imágenes giraban en torno a la figura principal, con dos tallas detrás del Nazareno: el soldado a su derecha y el Cirineo a su izquierda, y otras dos delante: la Verónica a su derecha y el sayón de la soga a su izquierda. De esta manera todas las esculturas se dirigían hacia el Nazareno: el sayón de la soga volvía su rostro hacia Él, la Verónica lo esperaba en el camino, el Cirineo le ayudaba a llevar la cruz y el soldado lo custodiaba mientras sujetaba su espada con la mano izquierda y apoyaba la lanza en el hombro derecho.


RECONSTRUCCIÓN

En 1922 el arquitecto e investigador Juan Agapito y Revilla y el director del Museo, Francisco de Cossío, al montar nuevamente sobre una plataforma el paso, utilizaron como figura principal un Cristo Nazareno que “siempre acompañó en el Museo a la estatua del Cirineo”, calificándolo aquél de “mediano”, no correspondiente con la calidad de las restantes figuras y su mérito inferior a “lo que podía esperarse” de Gregorio Fernández. El juicio del crítico madrileño Serrano Fatigati también lo había estimado como imitación hecha por la escuela de Fernández, reconociendo en su factura “la mano de un imaginero adocenado; su cabeza es vulgar, sus vestiduras se han desplegado convencionalmente y en sus brazos se ven los brazos de un maniquí, no extremidades humanas”. Según Luis Luna la cabeza y manos de este Nazareno, que es el que actualmente compone el paso procesional, pueden ser obra de Pedro de la Cuadra en fecha cercana a 1600, en tanto que el resto del cuerpo lo estimó posterior a 1620. 
El propio Agapito y Revilla creyó como probable figura original del paso un Nazareno que todavía en 1925 se conservaba en la iglesia de la Pasión, “eso que no lleva la túnica tallada y es desnudo para ponerle una de tela”, circunstancias estas que le producían dudas para aceptar la paternidad de Fernández. Luis Luna, en la propuesta de reconstrucción del paso que presentó en 1986 lo armó sustituyendo el Nazareno del Museo por el que se conserva (al menos desde 1943) en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen Extramuros, que inequívocamente debe identificarse como procedente de la antigua cofradía penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo ya que en su hombro derecho figura incisa una “P” (de Pasión) que permite revelar su origen. Otro aspecto que nos apunta a que el Nazareno del Carmen Extramuros fue el que componía el paso, es que las manos tiene aplicados dos tornillos, los cuales indican que se trataba de un Cristo de pie.

A Martín González también le parecía difícil que la figura central del conjunto fuera obra de vestir, aunque señala que el Nazareno tendría la misma postura que el conservado en el Carmen, escultura precisamente de vestir. Sin embargo los datos documentales no permiten esta duda; ya en 1697 la cofradía acuerda hacer una tunicela nueva para la imagen de Jesús; en 1816-17 se arregla el trono del Nazareno y se especifican los gastos (de pana, galón, cordón, etc.), para hacerle otra túnica. Cuando las figura de las penitenciales ya estaban en el Museo, la Cofradía de la Pasión solicita, en 1848, solamente la figura del Cirineo como préstamo para sacarlo en la procesión del Jueves Santo, lo que indica que el Cristo aún estaba en la iglesia; esto se corrobora, además, porque en 1853, un grupo de cofrades pide permiso para construir una Comisaría de “Jesús Nazareno el del Cirineo que se venera y se halla enclavado en el primer colateral de la derecha en esta Penitencial”. No parece improbable que todas estas citas se refieran a la misma imagen y que ésta fuera la que vió Agapito aún en la Pasión y que, como él mismo señala, se trasladó en 1926 al Convento de San Quirce. Esta imagen pasaría posteriormente al Santuario del Carmen Extramuros, hasta que hace unas semanas ha sido felizmente recuperada por su cofradía propietaria.

A pesar de todo lo dicho, éste no es el primitivo Nazareno del paso, puesto que en ella no se reconocen las características del primer estilo de Gregorio Fernández. Este Nazareno se puede fechar con seguridad a finales del siglo XVII. Para su autoría se barajan dos nombres: Juan de Ávila y Juan Antonio de la Peña, siendo el nombre del primero el que para mí tiene más probabilidades. Se desconocen los avatares que llevaron a la desaparición del Nazareno original, tallado por Gregorio Fernández.

Una vez elegido el Nazareno que sería la figura principal del paso, Martí y Monsó primero, y Agapito y Revilla después, utilizaron para recomponer el paso las instrucciones para armarlos, procedentes de los archivos de la Academia. Al anotar como se arman las figuras, se describe el modo de sujetarlas con tornillos. En las instrucciones anteriores a 1661, publicadas por Agapito y Revilla, se habla del “sayón que va metiendo la lanza por el costado de Jesús y ésta es de dos pedazos”, y de otro “sayón que va tirando del cordón de Jesús, éste es el que se van cayendo los calzones… y le asegura la espada”.

En las instrucciones dadas a conocer por Martí y Monsó, correspondientes a 1661, hay dos particularidades: “el sayón que lleva la soga y corneta… más dos clavos en las manos de Cristo, con que tiene la cruz que lleva”. No hay duda respecto del sayón que tira de la cuerda, que será “el que se van cayendo los calzones”, aunque este no porta corneta. En la réplica que de este paso se hace para Palencia, ambas tallas se funden en una; se ha llegado a suponer que la escultura que lleva la corneta del paso vallisoletano sea un añadido posterior; sin embargo por su estilo parece obra de Gregorio Fernández.
También se habla en las dichas instrucciones de un sayón que “va metiendo la lanza por el costado de Jesús”. Esta figura debe de ser el actual “sayón de la trompeta” al cual se le cambió la lanza por el instrumento musical. Este soldado maltrataba a Cristo en el lado derecho, prueba de ello es que el Nazareno del Carmen Extramuros presenta una chapa metálica con rosca, precisamente en ese costado. Durante las recomposiciones del paso se utilizaron dos sayones, aunque ninguno de los dos pertenecía al paso, ni tampoco a la Cofradía de la Pasión. Se trataba del apodado “sayón azotador”, el cual proviene del antiguo paso del Azotamiento de la Cofradía de la Vera Cruz; y el llamado “sayón bizco”, que formó parte hasta hace unos pocos años del paso Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, aunque su origen se sitúa en el de la Coronación de espinas, también propiedad de la Vera Cruz.
Por si había pocas dudas sobre el historiado que formaba este paso, la descripción de Canesi plantea más confusión: “Jesús Nazareno, y el cirineo ayudándole a llevar la Cruz, y un Judío con la lanza hiriéndole el costado, y las dos mujeres que salieron al encuentro de Jesús, y la una le limpió el rostro en la calle de la Amargura, llamada la Verónica”. No se conoce otra mención de esa otra mujer que acompañaría a la Verónica, y todo parece indicar que su existencia se debe a un error de este historiador.

La aludida copia de Palencia es muy útil para obtener una recomposición satisfactoria del paso. Hay algunos cambios, pero en lo esencial, el paso es exacto. La escultura de Jesús Nazareno, que se encargaba en 1694 al escultor vallisoletano José de Rozas, está de pie, aunque acusando el peso de la cruz. Tiene una mano libre. El ejemplar vallisoletano tuvo que llevar las dos manos sujetando la cruz, como está el que se guardaba hasta la semana pasada en el Santuario del Carmen Extramuros. La Verónica y el sayón “del amago”, armado con una cachiporra, fueron encargados en 1694 al escultor Antonio Vázquez. El sayón reemplaza al vallisoletano que va picando a Cristo en el costado. Simón Cirineo y el sayón de la trompeta fueron encargados en 1696 al burgalés Bernardo López de Frías. En este caso el sayón de la trompeta realiza las dos acciones que se le asignaban al ejemplar vallisoletano en las instrucciones: con una mano tira de la soga y con la otra toca la corneta.

El paso vallisoletano, que se conserva en el Museo Nacional de Escultura, es acompañado, en la actualidad, por la Cofradía del Santísimo Cristo Despojado en las tardes del Lunes y del Viernes Santo. Hasta hace unos pocos años también participaba en el encuentro con la Virgen de las Angustias en la noche del Martes Santo.

El paso, como hemos visto en otras ocasiones, sirvió de modelo para otros que se realizaron en distintas localidades castellanas. Así, aparte de la aludida copia palentina, tenemos otras en Sahagún, Medina del Campo (no conservado), Villabrágima, etc… Si bien estos últimos tres ejemplos no son grandes obras de arte, hay que destacar y elogiar la cabeza del Cirineo del paso de Villabrágima. En el caso de Medina del Campo tan solo sobreviven las esculturas de San Juan y la Magdalena (realizadas por Andres de Oliveros), además del Nazareno que se reutilizaría para el paso y que es obra anterior a estas dos imágenes, atribuyéndose su factura a Francisco del Rincón.
Jesús Nazareno

Como ya se ha dicho no es el original del paso. Posee una calidad inferior al resto de las esculturas que componen la escena. Su forma actual es el resultado de dos momentos distintos de realización: primeramente debieron de tallarse la cabeza, las manos y los pies (probablemente se trataba de una escultura de vestir), atribuidos a Pedro de la Cuadra (h. 1610); más avanzado el siglo XVII se habrían encajado estos elementos en un cuerpo nuevo tallado.

Se piensa que esta escultura fuera la primitiva titular de la Cofradía de Jesús Nazareno cuando aún no se había separado del Convento de San Agustín, y por lo tanto la que hubo de quedar en el convento a causa del pleito, y que como consecuencia obligó a la citada cofradía a realizar un nuevo Jesús Nazareno, el cual es el que actualmente existe en su penitencial. En efecto Manuel Canesi recordaba en el siglo XVIII que la Cofradía de Jesús, después de abandonar el Convento de San Agustín en 1676 para instalarse en su nueva sede penitencial, hizo una copia de su antigua imagen titular que a su vez se había quedado en la iglesia de los agustinos. A su vez Rafael Floranes, a fines del siglo XVIII, matiza que los cofrades “a esta efigie (del Nazareno) serraron la cabeza y hubo pleito y se condenó a la cofradía a la restitución de ella y la volvió y está conforme”, explicándose con esta noticia la diferencia de sus cabellos en la propia cabeza, la manera de estar encajados los brazos y la huellas de haber sido manipulada su espalda, todo lo cual se ha podido comprobar gracias al estudio radiológico que se ha verificado con motivo de su restauración en el año 2000.
Durante la Guerra de la Independencia el Nazareno del Convento de San Agustín fue llevado primeramente a la vecina iglesia de San Nicolás y después a la Catedral, instalándose en un altar del oratorio de la sacristía de ésta donde permaneció hasta 1827 en que se devolvió a los frailes. Con la Desamortización la pieza fue incautada y en 1843 se describe con el nº 7 en la sala primera del recién formado Museo provincial de Bellas Artes: “Nuestro Señor con el peso de la cruz, echa una mirada lastimosa y Simón Cirineo le socorre, le ayuda a llevar la cruz, se presenta a los soldados; estatuas del tamaño natural”, atribuyéndolas todas generosamente a Gregorio Fernández el Catálogo redactado por Pedro González Martínez pintor académico y primer director del Museo.

Cirineo

Es sin lugar a dudas una de las mejores imágenes que tallara Gregorio Fernández. Se encuentra sujetando la cruz, pero no directamente, sino mediante la tela de su ropa, para no dañar sus manos. Se mueve con naturalidad, refleja el esfuerzo del lento avance cargado con el peso del madero. Cabeza de gran carácter y manos de extraordinaria factura. Nobilísimas las barbas, de arremolinadas madejas, que hacen pensar en herencia juniana. Fruncido el entrecejo. Manos soberbias, con los dedos flexionados para adaptarse a la función de soporte. Indumentaria típica de hombre de campo, sin duda tomada del ambiente español, al que se actualizan las escenas de la Pasión. Cabeza cubierta con capucha, con borde dentado. Viste un gran sayo con mangas, que permite cómodos movimientos; se sujeta por detrás por medio de un cinto. En las piernas, polainas abotonadas, también de carácter campesino. Los pliegues, muy suaves y blandos. Conserva su policromía. Encarnación mate. Capucha y sayo de color marrón oscuro. Muceta blanca terminada airosamente en puntas por su parte posterior, polainas verdes. Todo en colores planos, con adornos listados en los bordes.

El Cirineo recibió, absurdamente, algunas matizaciones sobre su calidad por parte de Serrano Fatigati que aún reconociendo que poseía “mérito lo expresivo del rostro, el plegado de ropas, el dibujo general y su actitud” no podía compararse “a las esculturas que han dado tanto relieve al nombre de Gregorio Fernández”. El propio Agapito la consideró como la “más extraña” y creyó ver su tipo reflejado posteriormente en alguna de las figuras del paso del Descendimiento de la Vera Cruz, afirmando que de no estar documentada como de Fernándezno se creería del maestro, pues el carácter es muy otro… parece obra más enérgica y más antigua”.
La Verónica  1,72 m. x 0,84 m. x 0,95 m.

En actitud de sujetar el paño; de ahí las manos y la mirada dirigida hacia abajo. Cara de rasgos delgados de portentosa morbidez. Su cabeza está envuelta en una doble toca posee un rostro bellísimo de una delicada morbidez llena de angustia y ternura. Túnica verde de largas mangas, con ceñidor. Característica disposición del manto, que sugiere la sujeción mediante alfiler, según la manera de la época, y preludia los pliegues quebrados del estilo de madurez del escultor. El resultado es una figura hábilmente movida, de contrastes lumínicos y cromáticos, que requiere ser contemplada desde distintos ángulos para apreciarla en su plenitud.

El académico Isidoro Bosarte, después de contemplarla en 1804 en uno de los nichos de la sacristía de la antigua penitencial, la incluyó entre las mejores esculturas que había visto, ratificando que era “una de las mejores de este artista”. Según él “representa la estatua de una mujer de más de treinta años de edad, y es una perfecta imitación del natural. Buenos paños, mucho decoro, y sobre todo la santidad del alma”, concluyendo “que no he visto en parte alguna otra que merezca compararse con ésta”.
Sayón de la soga

Figura en primer término. Fernández ha tenido que contraponer la bondad caritativa del Cirineo con el implacable gesto de este sayón, que tira con brutalidad, como si resistiera Cristo o, simplemente, no pudiera con su carga. Hace un esfuerzo potente hacia adelante. Afinca en tierra con potencia su pierna, y sujeta con firmeza la cuerda. Con gesto contraído y expresión colérica, el sayón tuvo que desencadenar la ira de los espectadores. La indumentaria, como en la mayoría de los personajes de Fernández, se inspira en su época.. Se cubre con gorra de color verde. Jubón rojo, con vuelta verde. Un brazo desnudo. También dentado el borde inferior del jubón y mal abrochado. Calzón verde, con vuelta amarilla; presenta acuchillados. Botas de color verde, caídas las calcetas y dejando descubiertas las piernas. Calzón mal abrochado, lo que hace que la camisa y la ropa interior luzcan groseramente, extremo del que se deja constancia en las instrucciones. Es uno de los mejores sayones de la Semana Santa vallisoletana.
Sayón de la trompeta

Representa a un sayón que marcha con brío a un lado de la comitiva, cuyo paso va anunciando a toque de trompeta; movido con naturalidad, en su atuendo colorista, inspirado en la moda de la época, excepto el extravagante gorro para el que se ha señalado como fuente un grabado. Viste de soldado. En la derecha empuña la trompeta y sujeta la espada en la izquierda. Va anunciando el trágico cortejo y lo hace con espíritu de maldad. Rasurado, pero con mostacho bien poblado y perilla, conforme a la época. Nariz aguileña, otro rasgo de feísmo intencionado. Encarnación mate. Chaleco amarillo y jubón rojo, con acuchillados de fondo verde extendidos por las mangas y el cuerpo de la prenda. Cruza el pecho bandolera, para sostenimiento del espadón. Calzón verde con acuchillados, sujetándose a la pierna mediante cintas rojas. Bota verde hasta la rodilla. Como ya se ha dicho, posiblemente, en una época indeterminada, se le cambió la lanza por la trompeta.



PASO "NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO"


NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO

Resulta complicado enunciar una cronología y autoría aceptada para esta imagen de devoción.

El primer titular de la Cofradía pudo ser el actual “Nazareno” del paso “Camino del Calvario” que alumbrar la cofradía del Santo Cristo Despojado , vinculado en su cabeza y sus manos a Pedro de la Cuadra hacia 1600, aunque el cuerpo pudo ser realizado posteriormente en 1620. La hipótesis es que este escultor tallase en madera las partes vitales, para una imagen de vestir, en los primeros momentos de la Cofradía y que, tras la generalización de los pasos en madera, fuesen encajadas en un cuerpo realizado por un discípulo de Gregorio Fernández. Pero cuando está cofradía busco su independencia del Convento de San Agustín, en el cual había nacido, y tuvieron que entregar sus imágenes procesionales a los frailes, fue menester encargar una nueva talla del “Nazareno” en 1676 siguiendo el modelo del anterior, que es ésta que contemplamos.

Aparece, pues, Cristo con la Cruz a cuestas, camino del Calvario, derribado por el peso de la misma, con una rodilla en tierra y con el brazo y la mano que desean apaciguar la caída. La autoría de esta talla se encuentra actualmente relacionada con los Rozas aunque tampoco se ha descartado a Juan Antonio de la Peña, hipótesis muy valorada pues en aquellos años este Cofrade escultor había realizado algunas importantes tallas. Sabemos que ésta del Nazareno salía vestida en los primeros años del siglo XVIII con una Túnica morada, costumbre que continuo hasta hace 80 años. La Túnica de madera contiene pliegues muy quebrados, con estofado realizado en el año 1927 por Mariano García Maestro.

La Cruz procesional del Señor es obra de Martín Veites de 1812, realizada a partir del marco de un cuadro del Ayuntamiento de Valladolid. Tiene unas dimensiones de 3X2m. y esta elaborada en madera de nogal lacada en negro. Tiene filetes de plata. Las cantoneras son de plata y tienen labrados motivos de la Pasión de Cristo.

PASO "ECCE HOMO"

ECCE HOMO

La imagen que procesiona la Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros es el Santo Cristo de la Caña, propiedad de la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz, en cuya Iglesia recibe culto durante todo el año.

 Dicho Cristo fue tallado en el año 1.622 por el gran imaginero Gregorio Fernández. Jesús se encuentra sentado, vestido con una clámide púrpura; en su mano derecha soporta una caña, que cae sobre el antebrazo izquierdo, que es el símbolo que le entregaron los judíos para expresar su condición de Rey. Sus sienes se encuentran coronadas de espinas, como segundo atributo de su realeza. La corona es de espinas naturales, pues Gregorio Fernández nunca las esculpió sobre la cabeza; al parecer, el imaginero personalmente trenzaba con sus manos espino natural en forma de corona, que posteriormente colocaba sobre la cabeza del Señor, dando con este gesto por rematada su obra.

PASO " CRISTO ATADO A LA COLUMNA"


Cristo Atado a la Columna

Se tiene la certeza de que esta imagen, obra cumbre del periodo clásico de Gregorio Fernández, perteneció a un conjunto procesional denominado del Azotamiento, tallado por el maestro imaginero lucense para la cofradía de la Vera Cruz de Valladolid. Los personajes secundarios del conjunto, sayones y soldados, han desaparecido con el tiempo.

Este paso es el más antiguo, conservado en madera en su integridad por la decana cofradía de la Vera Cruz, iniciándose con el cambio de materiales empleados en la realización de los pasos, de papelón a madera policromada.

Se tiene constancia gráfica de que en 1926 este paso estuvo formado por otras cinco figuras, además de la Cristo. Un sayón tirando de la cuerda, que hoy desfila en el paso “Camino del Calvario”, otro sayón azotando, que también pertenece en la actualidad a ese conjunto y otro sayón más que hoy pertenece al paso “El Azotamiento del Señor”, un cuarto sayón y la quinta figura se trataría de un anciano con turbante.

En el compromiso firmado en el año 1623 por Fernández con la cofradía de la Vera Cruz, se advierte que el autor tallo 7 figuras para este paso.

En la actualidad el paso esta compuesto solo por la imagen central. Jesús se encuentra desnudo, con un paño de pureza en el lado derecho de la cintura, con amplio pliegue al vuelo. Sus manos atadas se posan sobre una semicolumna dórica de mármol negro, sustituyendo el modelo utilizado hasta entonces de gran altura. Se basa en el modelo de la que se encuentra como reliquia en la Basílica de Santa Práxedes en Roma, lo que dora a la escena de un realismo y patetismo mayor que el anterior modelo de columna utilizado hasta el siglo XVI, facilitándose esta altura del “suplicio” una posición aún más dramática de Cristo.

Excelente rostro: pelo largo con raya al medio, ojos de cristal de gran realismo y bigote y barba partida, boca entreabierta.

Las huellas de los flagelos en la espalda del Cristo ofrecen un gran realismo, con una llaga posiblemente inspirada en las meditaciones de Fray Luis de Granada. Realizados para un mayor realismo según palabras del maestro, en un escrito, de la siguiente manera, “van de corcho y sangre cuajada”.

Los hilos de sangre que se deslizan por la espalda de Jesús son realmente impresionantes: los desollones, las moraduras, el dolor vivo de la carne abierta hacen de esa espalda portentosa una llaga enorme a la compasión.

Los cofrades de la Vera Cruz solicitaron a Roma indulgencias y jubileo en 1619, por las llagas de la espalda de Cristo Flagelado , beneficios espirituales que debían asociar a esta imagen tallada por el gran maestro gallego.

Hasta tal punto caló la expresión doliente de Jesús.  Es tan real y bella su mirada que, de boca en boca, año tras año, y ya han pasado varios siglos, se repite la leyenda de que habiendo acabado el Maestro ya la imagen, Jesús hablo al artista y le dijo:”¿Dónde me miraste que tan bien me retratista?”, Fernández, autor de este prodigio artístico le contesto:”Señor, en mi corazón “.

Esta leyenda fue recogida por Juan Agapito y Revilla en su libro “Tradiciones de Valladolid”. Una estatua que había “(1914).

Profundizando aún más en el interés de la obra, no es arriesgado decir que este desnudos de Cristo es un perfecto estudio anatómico, interpretado de manera magistral por el gran imaginero. Destaca su equilibrio, realismo y dramatismo citado en las heridas, culminando en la llagado la espalda o en la mirada de humildad que brota de sus ojos de cristal. Así detrás de cada poro de la madera castellana cincelada por Fernández, hallamos el sustrato espiritual de un siglo de letras y meditaciones, asumidas perfectamente por el imaginero.

Pieza clave en la iconografía de la flagelación. Se opina que está obra se convirtió en modelo que se utilizo para posteriores tallas que representan la misma escena de la Pasión de Nuestro Señor. Se cree que la distribución de las figuras del paso del “Azotamiento del Señor” de la Pasión fue copiada, al menos en parte, de la de este paso. Así mismo se cree que está imagen fue copiada al realizar la existente en el Convento de las Carmelitas Descalzas de Ávila.

El incendio ocurrido en la iglesia Penitencial de la Vera Cruz en 1806, provocó un oscurecimiento en la policromado de esta bellísima talla, una reciente limpieza ha hecho que podamos contemplar de nuevo la imagen con su policromía original.

La imagen desfila en las procesiones del Rosario del Dolor, la Peregrinación de la Promesa, y General de la Pasión del Redentor con nuestra hermandad. Y el Jueves Santo en la Procesión de Regla, con la cofradía de la Vera Cruz, propietaria de la imagen. En cuyo templo se venera durante todo el año.

En el mes de Marzo nuestra hermandad realiza un Solemne triduo a la Imagen.

PASO " EL AZOTAMIENTO DEL SEÑOR"


El Azotamiento del Señor (Escuela castellana, h 1650)

Este paso fue un encargo de la Cofradía de la Pasión, es un ejemplo de los cambios y avatares sufridos en la Semana Santa de nuestra ciudad. Actualmente la talla de “Nuestro Padre Jesús Flagelado” es propiedad de la Cofradía de la Pasión, que tiene sede canónica en la iglesia del Real Monasterio de San Quirce y Santa Julita, y los sayones son propiedad del Museo Nacional de Escultura.

Los sayones fueron recogidos en la iglesia Penitencial de la Pasión en el siglo XIX , mientras la imagen central lo fue tras el cierre por peligro de derrumbe, por su mal estado, de la iglesia, en 1926.

Reconstruido posteriormente por Agapito y Revilla, es sin duda una clara muestra de la crueldad de los sayones. Escena repetida abundantemente en la época en la que se realizó, la escena se componía de 4 sayones que rodeaban a Cristo.

Actualmente se observa en la calle según las instrucciones de 1661, firmaron como testigos de su policromía los escultores Francisco Díaz de Tudanca y Antonio de Ribera.

Destaca el sayón conocido popularmente como “El Chato” aquel que “tiene el vestido que parece de concha” o “sayón de las escamas”, por la ferocidad en sus gestos, que es relacionado con el taller de Gregorio Fernández. Este sayón coge con las manos la soga que rodea el cuello del Flagelado.

La mirada de Jesús se eleva al cielo, teniendo atadas las manos a una columna baja, siguiendo el modelo de Gregorio Fernández.

Otros dos sayones azotan su espalda, con los látigos y ramos de espinos sujetos con las manos. Visten trajes propios de la picaresca del siglo XVII.

La hermandad alumbra este paso el Viernes Santo en la Procesión General de la Pasión desde su origen en 1930, siendo asignado a los Congregantes Kostkas.

PASO "PREPARATIVOS PARA LA FLAGELACIÓN"


Cristo de la Humildad (José Antonio Hernández Navarro 2004)

Laura hermandad recientemente vio cumplido su anhelo de contar con una imagen en propiedad, y realizó un encargo al imaginero murciano, conocido en Valladolid por sus obras para la cofradía del Despojo, y en el resto de España, por sus obras en las Semanas Santas de Orihuela, Alicante, Zaragoza y muy especialmente en Murcia.

La imagen recoge los momentos previos a la flagelación de Jesús en la Columna, con un cuerpo aún privado se sufrimiento y al lado de la columna donde le van a atar para flagelarle. La imagen posee los elementos característicos de la escuela imaginera murciana. Destaca la mirada de Jesús, que mira con extrema humildad hacia el suelo mientras espera sereno el injusto castigo que va a recibir. Su cuerpo muy delgado, pero bien proporcionado, se encuentra cubierto con un paño de pureza, y sujeta con la mano la Túnica que anteriormente le cubría.

Este tema devocional no es nuevo en la hermandad ya que durante varios años fue representado por una imagen de Gregorio Fernández, propiedad del arzobispado y que ahora se encuentra en el Museo Catedralicio de nuestra capital. Tampoco es nueva su advocación de “Santísimo Cristo de la Humildad” en Valladolid, ya que existen precedentes como el de la Cofradía de la Piedad, conocido igualmente como “Cristo del Gallo”. También fue así conocido el titular de la Cofradía de la Pasión.

Durante todo el año se encuentra en la iglesia conventual de Santa Isabel de Hungría, sede de nuestra hermandad. No es pequeña la cantidad de vallisoletanos que se acerca a nuestra sede para orar ante “ El Cristo de la Humildad “.

Dicho Cristo participó en el Via-Crucis que se realizó por el año de la Fe (2013) en la plaza a mayor de Valladolid.

Participa en la Procesión General de la Pasión, el Viernes Santo, cubriendo el misterio de “Los Preparativos para la Flagelación” desde 2004.

También se realiza un Triduo a la Imagen en el mes de marzo, previo a la Semana Santa.

PASO " LAS LÁGRIMAS DE SAN PEDRO"


Las Lágrimas de San Pedro (Pedro de Ávila, h. 1720)

En la iglesia del Salvador se encuentra una de las esculturas de mayor calidad de cuántas conforman los desfiles de Semana Santa de nuestra ciudad, si exceptuamos todas las realizadas por el gran genio Gregorio Fernández. Se trata de Las lágrimas de San Pedro (156 cms.), obra inequívoca del magistral escultor vallisoletano Pedro de Ávila (1678-1755).

Hemos de reseñar que aunque la escultura de San Pedro participa en los desfiles procesionales, su función primigenia no era esa sino que se trataba de una imagen de altar; la cual fue sufragada, al igual que otras hechuras y obras, por el generoso párroco Pedro de Rábago. El sacerdote deja bien patente su patrocinio en su testamento, dictado el 19 de julio de 1720. En las referidas últimas voluntades narra el derrumbe de la torre de la iglesia, la cual provocó la ruina, entre otras cosas, de la “capilla y hechura de Nuestra Señora del Descendimiento de la cruz retablo y altar que es propio del mayorazgo que goza el Señor Conde de Alba Real”, por lo que decidió costear “la efigie de San Pedro apóstol mi padre y puse el retablo que al presente tiene y el lienzo de Nuestra Señora del Descendimiento de la Cruz que está encima de dicho San Pedro todo lo cual por ser adorno para dicha Iglesia hice de mi voluntad y devoción y lo mando a dicho señor Conde y a sus sucesores perpetuamente con calidad y condición de que no lo puedan sacar ni quitar de dicho sitio con ningún pretexto”. También Canesi alude a esa faceta de Rábago como patrocinador de obras de arte para su parroquia: “debiéndose el mayor cuidado al fervoroso celo de D. Pedro de Rábago su cura párroco, que también hizo blanquear y embaldosar toda la iglesia y fabricó la capilla de San Francisco de Paula y otros altares en la forma que hoy están, y dio otras efigies que adornan el templo y muchos ornamentos de que había necesidad que para todo da el beneficio curado porque es de los más pingües de esta ciudad”.
Fueron don Juan José Martín González y Jesús Urrea los primeros en creerla obra de Pedro de Ávila al afirmar en el respectivo tomo del Catálogo Monumental que era “pieza asignable a Pedro de Ávila”. Además señalaban que como la capilla en la que se encuentra es muy poco profunda, “podemos colegir su actitud: San Pedro contemplaría la escena de la Transfiguración, en el retablo mayor. Esto significa una concepción barroca de la composición, ya que enlaza puntos distantes en el espacio del templo”. Hay que remarcar el error de apreciación cometido por Delfín Val y Cantalapiedra, los cuales creyeron que la escultura “fue tallada al parecer a fines del siglo XVI”. Los mismos recogieron otra creencia: la de que “por hallarse en actitud sedente” pudiera haber pertenecido “a una Sagrada Cena desaparecida, pero el dato no ofrece ninguna garantía ya que no se ha documentado ninguna otra figura que pudiera pertenecer a un cenáculo”. Efectivamente, es una suposición ilógica. En Valladolid tan solo han existido, que sepamos, dos Sagradas Cenas: una de papelón que acertó a ver Pinheiro da Veiga en el año 1605 en la procesión que salía del Monasterio de San Francisco: “El primer paso era la Cena, perfectísimo en todo”; y la realizada entre 1942-1958 por el magnífico escultor vasco Juan Guraya Urrutia.

Es complicado otorgar a este San Pedro una cronología aproximada puesto que no tenemos ningún hito o documento accesorio que nos ayude. Tan solo contamos con el dato de que estaba realizada antes de 1720, año en que ya hemos visto que Pedro de Rábago la reflejaba en su testamento. Partimos de la premisa de que pertenece a su segunda etapa; pero, sin embargo, la utilización del pliegue nos mueve a pensar que sería de los inicios de este momento; es decir, hacia 1706-1713. Pero, además, teniendo en cuenta que Rábago encargó la escultura y su retablo para ocupar una capilla que a la fuerza tuvo que ser reconstruida, al igual que la aneja de San Pedro Regalado, a causa del derrumbe de ambas a consecuencia de la caída sobre ellas de la torre de la iglesia, parece lógico pensar que este San Pedro se tallaría por las mismas fechas que el grupo de la Traslación de San Pedro Regalado o, quizás, un poco después; por lo que estaríamos barajando a grosso modo los años 1709-1711.

La escena efigiada en este San Pedro, su arrepentimiento, también conocido como “Las lágrimas de San Pedro”, viene a representar el momento en el que el santo recuerda que se ha cumplido la predicción que le hizo Jesús de que antes de que cantara el gallo le negaría tres veces. Sin embargo, piensa Réau que se trata de un relato bastante inverosímil puesto que “cuesta creer que Pedro, después de haber sido reconocido, cometiera la imprudencia de quedarse en el atrio en vez de marcharse”.

Pedro de Ávila nos presenta al primer papa sentado sobre una roca, mirando al cielo mientras implora el perdón tras las negaciones realizadas. San Pedro, que es figura de tamaño natural (156 cms.), se haya inserto en un sencillo retablo que no posee banco y se halla perfectamente encajado en la pequeña capilla hornacina. Se estructura a partir de dos pares de pilastras a los lados y el ático cerrado en semicírculo, el cual lleva en el centro una interesante pintura de la Piedad, que alude a la advocación de la capilla: “Nuestra Señora del Descendimiento”, y a los lados sendos escudos idénticos (quizás los del Conde de Alba Real. Dicho condado fue concedido por Carlos II a Don Diego de Rivera y Vera el 2 de octubre de 1698.). La capilla, que es la más próxima al altar mayor por el lado del Evangelio, también era conocida como la de “San Pedro ad Vincula” por motivos evidentes.
Como hemos dicho, San Pedro aparece sentado sobre una roca, con la espalda recta sin que se la sostenga ningún elemento. La imagen combina una disposición tendente a lo helicoidal con sendos escorzos tanto en piernas como en el torso puesto que las piernas las mantiene rectas, el torso lo gira hacia la derecha y la cabeza hacia la izquierda. Las piernas las cruza a la altura de los tobillos, posición harto teatral, al igual que lo son el desplazamiento de los brazos hacia la derecha con las manos unidas y entrelazadas implorando perdón, y la cabeza mirando al cielo mirando hacia el cielo mientras llora. La referida helicoidal se ve subrayada por la posición del manto, pero también observamos una diagonal que parte de sus pies y culmina en el infinito proyectada a través de su cabeza. Tanto por el tipo de manto como de rostro emparenta cercanamente con los otros dos San Pedro que tenemos documentados de nuestro escultor (los de San Felipe Neri y la catedral). Sin embargo, los pliegues no son tan profundos y rectos como aquéllos, lo que nos mueve a pensar que se trata de una obra anterior.
Los pliegues son a cuchillo, pero producen concavidades bastante amplias, lo que nos mueve a pensar en un estadio bastante temprano puesto que con posterioridad se irán haciendo más pequeñas y se multiplicarán en cantidad. Llama la atención que, a pesar de tratarse de una escultura supuestamente concebida para estar en un retablo, y por lo tanto no poder observarse su parte trasera, no solamente vaya policromada la espalda y la túnica sino que Ávila haya tallado perfectamente la roca y la túnica, e incluso ha colocado una suave y bella doblez en la parte superior. De no saber que era una imagen de retablo, estaríamos convencidos de que se realizó con fines procesionales por el perfecto acabado.

Ávila se ha esmerado mucho en representar la escasa anatomía visible puesto que en las manos podemos observar que están talladas a la perfección las venas, articulaciones, uñas y hasta los pliegues de ciertas arrugas. La cabeza del santo resulta ser un calco tanto en los rasgos faciales como en la barba y cabellera de las de las otras dos esculturas de San Pedro que le tenemos documentada (las de la Catedral y el Oratorio de San Felipe Neri). El rostro está tallado mórbidamente, acusando bien las calidades de la piel. La blandura del rostro la comprobamos en las arrugas de la frente, laterales del rostro, ceño y mejillas, todas las cuales dan buena prueba de la avanzada edad del santo y de la destreza de nuestro escultor para simularlas con tanta verosimilitud.

La escultura de San Pedro se incorporó en el año 1965, de la mano de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado, a las procesiones de la Semana Santa de Valladolid, concretamente a la General de la Sagrada Pasión del Redentor celebrada en la tarde del Viernes Santo. Fue en aquel momento en el cual la imagen adoptó la advocación de “Las Lágrimas de San Pedro”. A lo largo de este medio siglo de desfiles, San Pedro ha procesionado la mayor parte de las veces en solitario, si bien ha habido algunas excepciones: el año de su “debut” salió acompañado de un Ecce Homo y dos soldados que pertenecieron al paso de La Coronación de Espinas que Gregorio Fernández talló hacia 1624-1630 para la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz. Se trataba del sayón arrodillado y el de la lanza, ambos bastante vulgares y que seguramente ejecutaron en su mayor parte alguno de los múltiples aprendices que tenía el maestro gallego en su taller. Por su parte, el Ecce Homo, que al parecer pertenece al Museo Nacional de Escultura, aunque en la actualidad se expone en el Museo Diocesano y Catedralicio, procede de la iglesia de San Juan de Letrán aunque su origen se encuentra en uno de los conventos desamortizados en el siglo XIX.
Durante mucho tiempo estuvo atribuido a Francisco Alonso de los Ríos por su parecido con el que actualmente desfila en el paso del Despojo (debido a que el Cristo original de Juan de Ávila pereció en un incendio en 1799), y que procede del Convento de Agustinos Recoletos, pero desde hace unos años se ha modificado su atribución en favor de Alonso de Rozas. En 1966 se suprimieron los dos sayones, de tal manera que tal solo salieron juntas las imágenes de San Pedro y el Ecce Homo. Ya en 1967 se sustituyó ese Ecce Homo por otro Cristo “propiedad del Museo Nacional de Escultura, obra de un autor anónimo del siglo XVII e inexacto en la interpretación del pasaje sagrado, pues Jesús no había sido flagelado aun cuando el galló cantó por tercera vez y Pedro lloró arrepentido”. Desconocemos tanto al autor como la procedencia de este curioso Cristo atado a la columna que no aparece según el modelo tradicional de Gregorio Fernández, sino que se encuentra arrodillado. Todo parece indicar que llegaría al Museo Nacional de Escultura procedente de algún cenobio desamortizado. Sería muy deseable su recuperación para las procesiones, dado que ambas piezas no solo no desentonan sino que conformaban una interesantísima escena.

Actualmente participa en tres procesiones: en la de del Arrepentimiento, en la noche del Miércoles Santo, en la de la Amargura de Cristo (Jueves Santo) y en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor (Viernes Santo).