En el año 1208, durante una misa, Francisco de Asís escuchó
una llamada diciéndole que saliera al mundo y, siguiendo el texto de Mateo 10,
5-14, “no poseyera nada pero hiciera el bien en todas partes”. Cuando regresó a
Asís ese mismo año, Francisco empezó a predicar, y se convirtió en el fundador
del movimiento de renovación de la espiritualidad cristiana del siglo XIII.
Reunió a los 12 discípulos que se convertirían en los hermanos originales de su
orden, más tarde llamada la Primera Orden (Orden de Frailes Menores), y que le
eligieron su superior. En 1212 recibió en la comunidad franciscana a una joven
de Asís de buena cuna, llamada Clara; a través de ella se fundó la orden de las
Damas Pobres (las clarisas, más tarde Segunda Orden franciscana). Francisco
viajó en 1219 a Tierra Santa permaneciendo allí hasta el año 1220.A su regreso,
encontró oposición entre los frailes y renunció como superior. Dedicó los años
siguientes a planear lo que sería la Tercera Orden franciscana, los terciarios.
La Venerable Orden Tercera (V.O.T.) de San Francisco tiene
sus orígenes en la ciudad de Valladolid en el convento del mismo Santo situado
en la Plaza del Mercado (hoy Plaza Mayor), existente en el siglo XIII. El
convento de San Francisco fue donación de Dª Violante (esposa de Alfonso X el
Sabio, 1252-1284).
En 1661, la V.O.T compra una porción de terreno del convento
de San Francisco para hacer capilla propia y fue adornada primorosamente por
los miembros de la Orden Tercera, según relata el cronista de la Orden Fray
Matías de Sobremonte.
El esplendor alcanzado por las hermandades religiosas
durante el siglo XVII hizo preciso que los terciarios establecieran una nueva
sede en el convento de San Diego, en una capilla situada entre dicho convento y
el Palacio Real (antigua Capitanía General), para la obtención de esta capilla
tuvieron que solicitar autorización del Rey Carlos IV (1788-1808), el cual la
otorgó tras la intersección del primer ministro Godoy, quedando definitivamente
allí establecida el 15 de Mayo de 1795 según se desprende de la orden dada por
el provincial de los franciscanos en aquella época.
Los terciarios tuvieron que abandonar el Palacio Real con la
invasión napoleónica, reanudándose los cultos y celebrando su primer Capítulo
el 10 de Diciembre de 1813, tras las restauraciones que obligaron el paso de
las tropas francesas.
Al decretarse en 1835 la exclaustración de las ordenes
religiosas y para no verse obligados a abandonar sus dependencias los
terciarios alegan que la capilla es patrimonio Real y solicitan y obtienen de
la Reina Gobernadora (Dª. Mª. Cristina, madre de Isabel II), la reafirmación de
la gracia otorgada por el Rey Carlos IV. Por esta época se produce la
refundición de las dos hermandades existentes, ya que hay documentos donde
aparecen encargados de su dirección religiosos de uno y otro convento.
Ya en el siglo XX y después de varias vicisitudes entre
ellas la época desamortizadora, se trasladan los terciarios; al regreso de los
PP. Franciscanos a la ciudad de Valladolid, al convento de la Sagrada Familia
donde el Domingo, día 21 de octubre de 1923 se reabre de manos de los frailes
el Templo.
El 31 de Diciembre de 1.959, se inaugura el nuevo convento
de los PP. Franciscanos en el Paseo Zorrilla, justo enfrente del anterior, la
V.O.T. traslada su sede con ellos, donde reside en la actualidad.
En 1978, a raíz del último concilio Vaticano, la V.O.T.
recibe una nueva Regla ratificada por su Santidad Pablo VI y pasa a denominarse
Orden Franciscana Seglar o Tercera Orden Franciscana, en noviembre de 1.979 la
Fraternidad de San Antonio de Pádua de la Orden Franciscana Seglar (V.O.T.)
organiza en su seno, una sección de seglares, adoptando el nombre de Cofradía
de la Orden Franciscana Seglar "La Santa Cruz Desnuda".
Sedes:
La Cofradía de la Orden Franciscana Seglar “La Santa Cruz
Desnuda” está erigida canónicamente en la Iglesia Parroquial de la Inmaculada
Concepción, sita en el Paseo de Zorrilla nº 25-27 de Valladolid, pero no siempre
ha sido esta su ubicación.
El primer conocimiento que de la comunidad franciscana se
tiene en la ciudad de Valladolid se remonta a principios del Siglo XIII, hacia
1215, se cree que el propio Fray Gil, uno de los doce primeros hermanos de San
Francisco, funda el Convento de Río Olmos, ubicado junto al río Pisuerga, en el
Camino Viejo de Simancas, a la altura del antiguo matadero, entre los actuales
puentes de la División Azul y de la Hispanidad. La humedad de aquel convento y
las malas condiciones de salubridad, obligan a los frailes a trasladarse y
fundar el Convento de San Francisco hacia 1260, este convento estaba situado en
la Plaza del Mercado (hoy Plaza Mayor). El convento de San Francisco fue
donación la esposa del Rey Alfonso X el Sabio, Dª Violante (cuto reinado fue de
1252 a 1284). En el convento de San Francisco, la denominada hasta el Siglo XX,
Venerable Orden Tercera, y después de pasar por varias capillas, construyó la
suya propia. Según se relata en la crónica del convento escrita por Fray Matías
de Sobremonte, el cual cita textualmente (en los principios juntabanse la VOT
en la Capilla de Andrés de Rivera, que estaba dentro de la Capilla Mayor del
Convento de San Francisco, y después en la Capilla del Conde de Cabra y en el
Adviento y Cuaresma en la nave de Santa Juana todas ellas dentro del convento,
y por estas mudanzas trataron de tener capilla propia por lo que el día 13 de
octubre de 1620 compraron a los padres franciscanos una porción de terreno en
el convento y acabose de construir en el año 1622 a costa de dicha VOT, siendo
posteriormente comprado mas terreno a la comunidad de frailes y ampliando dicha
capilla. En dicha capilla se guardaban dos importante reliquias una espina de
la corona de Cristo y una cruz de madera con un pedazo del Lignum Crucis), allá
estuvieron hasta la desamortización de Mendizábal.
Al amparo de los Frailes Descalzos ubicados en el convento
franciscano de San Diego sito en la calle del mismo nombre y construido en
1601, se funda la VOTde San Diego en la Capilla del Palacio Real (también en la
calle de San Diego y junto al antiguo Convento de Franciscanos Descalzos), la
VOTde San Diego permanece hasta el año 1927 en esta Capilla Real, aunque desde
1924 empiezan a tener contactos con los franciscanos del Paseo de Zorrilla, los
cuales regresan a Valladolid en 1923 estableciendo su comunidad en la Iglesia
de la Sagrada Familia situada en el margen derecho del Paseo de Zorrilla
(esquina con la Calle Tres Amigos).
El 31 de Diciembre de 1959 es Bendecida e Inaugurada la
Iglesia construida por la Comunidad de Frailes Menores en honor a San Antonio,
situada en el margen izquierdo del Paseo Zorrilla esquina con la Calle Italia.
Los Terciarios Franciscanos trasladan su sede a esta Iglesia junto con la
comunidad de frailes, pocos años después el Obispo Diocesano, designa a la
Iglesia de San Antonio como la Comunidad Parroquial de la Inmaculada Concepción.
A mediados del Siglo XX, concretamente entre las décadas de
los años 30 a los años 60, la VOT se incorporaba a la Procesión General desde
el convento de Hermanas Clarisas de Santa Isabel, las cuales custodian la
antigua Cruz de San Diego, y desde el convento de también Hermanas Clarisas de
las Descalzas Reales, en cuyo coro de la Iglesia se guarda la Santa Cruz, con
ambos conventos se ha mantenido de siempre una cordial y muy estrecha relación.
Hábito:
Capirote color marrón, con el emblema de los santos lugares
en el pecho. Medalla con los emblemas de la Orden Franciscana Seglar en el
anverso y el de los Santos Lugares en el reverso con el cordón de color blanco,
Túnica de color marrón, Cordón franciscano,
Esclavina Franciscana los niños y los adultos -cuando no se use el
capirote- color marrón, con el emblema de los Santos Lugares bordado en el
pecho. Calcetines de color negro, Zapatos negros o sandalias marrones, en éste
caso sin calcetines.
Todos los hermanos/as de la cofradía llevarán la medalla con
acabado color plata, exceptuando los hermanos/as miembros del consejo de
gobierno que la llevarán con acabado de color dorado.
Pero quizás más importante que la composición del hábito
procesional, sea el origen de dicho hábito, para lo cual nada mejor que
remontarnos a la crónica que del propio San Francisco hizo por mandato del Papa
Gregorio, uno de sus discípulos y principales biógrafos, Tomas de Celano,:
Cuenta Celano como vendidas todas las cosas en la ciudad de
Foligno, despreció el dinero recibido y no pudiendo tolerar el tener que llevar
consigo una hora más aquel dinero, corre presuroso para deshacerse de él.
Regresando hacia Asís, dio con una iglesia, próxima al camino, que antiguamente
habían levantado en honor de San Damián, y que de puro antigua amenazaba ruina
inminente. Acercóse a ella y, hallando allí a un sacerdote pobre, besó con gran
fe sus manos sagradas, le entregó el dinero que llevaba y le explicó
ordenadamente cuanto se había propuesto. Asombrado el sacerdote y por temor de
ser engañado, no quiso recibir el dinero ofrecido. Francisco le suplica que lo
acepte y le permita vivir con el, por fin, el sacerdote se avino a que se
quedase en su compañía. Mientras su padre busco con ahínco a su hijo pero este
se esconde en una cueva bien disimulada que para esto él mismo se había
preparado donde llegó a permanecer por un mes seguido, no atreviéndose a salir
apenas, sino en caso de estricta necesidad. Y orando, bañado en lágrimas, pedía
continuamente a Dios que lo librara de las manos de los perseguidores de su
vida y que con su gracia diera benignamente cumplimiento a sus santos
propósitos. Armándose con el escudo de la fe y fortalecido con las armas de una
gran confianza para luchar las batallas del Señor, se encaminó hacia la ciudad,
y, ardiendo en fuego divino, se reprochaba a sí mismo su pereza y poco valor.
En cuanto lo vieron quienes lo conocían, al comparar lo presente con lo que
había sido, se desataron en insultos, saludándolo como a loco y demente y
arrojándole barro y piedras del camino, llegó esta fama a oídos de su propio
padre. Al oír éste el nombre de su hijo, se levantó en seguida y se lanza como
el lobo sobre la oveja, y, mirándolo fieramente y con rostro amenazador, lo
apresa entre sus manos, y, sin respeto ni decoro, lo mete en su propia casa. Lo
tuvo encerrado durante muchos días en un lugar tenebroso, pensando doblegar la
voluntad de su hijo, primero, a base de razonamientos, y luego, con azotes y
cadenas. Mas el joven salía de todo esto más decidido y con más vigor para
realizar sus santos propósitos, y no perdió la paciencia ni por los reproches
de palabra ni por las fatigas de la prisión. Teniendo su padre que ausentarse
de casa por algún tiempo a causa de urgentes asuntos familiares, su madre,
rompió las ataduras y lo dejó libre para marchar. Él, dando gracias a Dios
todopoderoso, volvió al instante al lugar donde había permanecido
anteriormente.
En el ínterin retorna el padre, y, no encontrándolo, se
desahoga en insultos contra su mujer, sumando pecados sobre pecados. Bramando
con gran alboroto, corre inmediatamente al lugar con el propósito, si no le es
posible reducirlo, de ahuyentarlo, al menos, de la provincia. Mas como el temor
del Señor es la confianza del fuerte, apenas el hijo de la gracia se apercibió
de que su padre según la carne venía en su busca, decidido y alegre se presentó
ante él y con voz de hombre libre le manifestó que ni cadenas ni azotes le
asustaban lo más mínimo. Y que, si esto le parecía poco, le aseguraba estar
dispuesto a sufrir gozoso, por el nombre de Cristo, toda clase de males.
Ante tal resolución, convencido el padre de que no podía
disuadir al hijo del camino comenzado, pone toda su alma en arrancarle el
dinero. El varón de Dios deseaba emplearlo todo en ayuda de los pobres y en
restaurar la capilla; pero, como no amaba el dinero, no sufrió engaño alguno
bajo apariencia de bien, y quien no se sentía atado por él, no sé turbó lo más
mínimo al perderlo. Por esto, habiéndose ya encontrado el dinero que el gran
despreciador de las cosas terrenas y ávido buscador de las riquezas celestiales
había arrojado entre el polvo de la ventana, se apaciguó un tanto el furor del
padre y se mitigó algo la sed de su avaricia con el vaho del hallazgo. Después
de todo esto, el padre lo emplazó a comparecer ante el obispo de la ciudad,
para que, renunciando en sus manos a todos los bienes, le entregara cuanto
poseía. A nada de esto se opuso; al contrario, gozoso en extremo, se dio prisa
con toda su alma para hacer cuanto se le reclamaba.
Una vez en la presencia del obispo, no sufre demora ni
vacila por nada; más bien, sin esperar palabra ni decirla, inmediatamente,
quitándose y tirando todos sus vestidos, se los restituye al padre. Ni siquiera
retiene los calzones, quedando ante todos del todo desnudo. Percatándose el
obispo de su espíritu y admirado de su fervor y constancia, se levantó al
momento y, acogiéndolo entre sus brazos, lo cubrió con su propio manto.
Comprendió claramente que se trataba de un designio divino y que los hechos del
varón de Dios que habían presenciado sus ojos encerraban un misterio. Estas son
las razones por que en adelante será su protector. Y, animándolo y
confortándolo, lo abrazó con entrañas de caridad.
Cubierto de andrajos, marchaba por el bosque cantando en
lengua francesa alabanzas al Señor; de improviso caen sobre él unos ladrones. A
la pregunta, que le dirigen con aire feroz, inquiriendo quién es, el varón de
Dios, les responde: «Soy el pregonero del gran Rey; ¿qué queréis?» Ellos, sin
más, le propinaron una buena sacudida y lo arrojaron a un hoyo lleno de mucha
nieve, diciéndole: «Descansa, rústico pregonero de Dios». Él, revolviéndose de
un lado para otro, sacudiéndose la nieve -ellos se habían marchado-, de un
salto se puso fuera de la hoya, y, reventando de gozo, comenzó a proclamar a
plena voz, por los bosques, las alabanzas del Creador de todas las cosas.
Así llegó, finalmente, a un monasterio, en el que permaneció
varios días, sin más vestido que un tosco blusón, trabajando como mozo de
cocina, ansioso de saciar el hambre siquiera con un poco de caldo. Y al no
hallar un poco de compasión, y ante la imposibilidad de hacerse, al menos, con
un vestido viejo, salió de aquí no movido de resentimiento, sino obligado por
la necesidad, y llegó a la ciudad de Gubbio, donde un antiguo amigo le dio una
túnica. Como, pasado algún tiempo, se extendiese por todas partes la fama del
varón de Dios y se divulgase su nombre por los pueblos, el prior del monasterio,
recordando y reconociendo el trato que habían dado al varón de Dios, se llegó a
él y le suplicó, en nombre del Salvador, le perdonase a él y a los suyos.
Procesiones en las que participan:
Procesión de la Amargura de Cristo (Jueves Santo, 19:00).
Junto con otras cinco cofradías, desfila en último lugar, portando a hombros
los pasos de La Santa Cruz, El Santísimo Cristo Yacente y Nuestra Señora de la
Soledad. El desfile parte de la iglesia de Santa Isabel, donde se encuentran
los tres pasos. El acompañamiento musical corresponde a la Banda de Música de
Medina del Campo, y la banda de tambores y dulzainas de la cofradía
Procesión del Vía-Crucis de la Santa Cruz Desnuda (Viernes
Santo, 08:00). Se trata de uno de los desfiles procesionales más sencillos pero
muy emotivo. Se desarrolla por los aledaños de la Iglesia de la Inmaculada
Concepción acompañando al paso de La Santa Cruz Desnuda. Es una procesión en
silencio solamente roto por dos bombos y el rezo de las 14 estaciones del
via-crucis de finalizar la procesión, el Cortejo a caballo del Pregón de las
Siete Palabras procede a leer el pregón ante el paso.
Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor (Viernes
Santo, 19:30). Alumbra el paso de La Santa Cruz Desnuda. El acompañamiento
musical corresponde a la banda de tambores y dulzainas de la cofradía y el
cuarteto de viento de música de capilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario