El
paso de “La Sagrada Cena” representa a Jesús presidiendo la mesa, en pie,
llevando en su mano derecha el Pan y en su izquierda el Fruto de la Vid,
símbolos de su cuerpo y sangre. Alrededor de la mesa se encuentran los doce
apóstoles en distintas actitudes, entre las que destaca la de Judas, situado en
la parte frontal e inclinado hasta tal punto que su rostro, totalmente oculto,
se apoya hasta tocar casi el suelo.
Este
paso era el primero, en madera y de grandes dimensiones, que se realizaba sobre
este tema en la ciudad. Hubo en Valladolid a principios del siglo XVII, según
nos cuenta el viajero portugués Bartolomé Pinheiro da Veiga en su libro La Fastiginia, otro paso que
representaba este tema. Pinheiro habla de que en el año 1605 existía un paso de
la Cena, seguramente realizado en lienzo y cartón encolados, con cabezas,
rostros y manos de escultura, que se deterioraban con gran facilidad y que cada
año necesitaban recomponerse. Debido a estas características es fácil suponer
que esta primitiva Cena desapareciera, como sucedió con casi todos los
elaborados de papelón. A pesar de esto debió gustar mucho a Pinheiro el paso,
puesto que comentaba que no vio “figuras
ni imágenes más perfectas ni en nuestros altares más renombrados de Portugal”,
relatando la procesión que salía del Monasterio de San Francisco, a renglón
seguido cita los pasos y dice: “el primer
paso era La Cena, perfectísimo en todo”.
Volviendo al paso actual, vamos a contar la historia de cómo se desarrolló su construcción: La Cofradía de la Sagrada Cena fue constituida el 26 de mayo de 1940, día en que se celebró la primera Junta. La cofradía tuvo un gran éxito, pues a los dos años de su fundación ya contaba con casi cuatrocientos cofrades, los cuales, en un principio, al no poseer paso propio, acompañaron el de Camino del Calvario, hecho que se repitió hasta 1958, año en que ya alumbraría el suyo propio.
En el mismo año de su fundación la cofradía comenzaron las gestiones para la construcción de su paso titular. En 1942 se decidió convocar un concurso para la realización del Paso. El jurado para designar este nuevo proyecto y escultor ganador estuvo compuesto por el Excmo. Sr. D. Cayetano Mergelina (Rector de la Universidad y Presidente de la Comisión de Monumentos de la Provincia), el Ilmo. Sr. D. Francisco de Cossío (Director del Museo Nacional de Escultura), el Excmo. Sr. D. Narciso Alonso Cortés (Director de la Escuela de Bellas Artes) y D. Juan Agapito y Revilla (arquitecto y vocal de la Comisión de Monumentos de la Provincia). Las deliberaciones se desarrollaron en la Capilla de los Artes de la Catedral de Valladolid, hasta que el día 30 de noviembre de ese mismo año decidieron que sería Juan Guraya Urrutia el encargado de realizar el paso. Junto a Guraya. También presentaron proyectos el vallisoletano José Luis Medina Castro (cuyo proyecto tenía reminiscencias berruguetescas), Moisés Huerta, el valenciano Casterá, o el madrileño Marco Pérez. Juan Guraya se comprometía en el contrato a realizar las figuras a tamaño natural en madera de pino de Soria.
Las ideas iniciales de Juan Guraya resultaban impracticables para su tránsito procesional por las calles de Valladolid, pues concebía a los apóstoles en una posición prácticamente frontal frente al espectador que les contemplaba, muy parecido a la disposición utilizada por Leonardo da Vinci para su “Última Cena”. Una segunda hipótesis fue una colocación trapezoidal en forma de “V”, en cuyo vértice se encontraba Cristo durante la institución de la Eucaristía. Esta composición también era viable para efectuar su entrada en la iglesia parroquial o conventual que lo cobijase. Para posibilitar esta entrada se argumentó una disposición, que reducía la anchura del paso. Finalmente triunfó la convencionalidad, con el fin de hacer también más viable su transporte y discurrir urbano. La Sagrada Cena de Guraya dispuso a los apóstoles alrededor de una mesa rectangular, presidida naturalmente por el mismo Cristo, realizada después de que Guraya se fijase en su propio hijo. Los apóstoles carecían de homogeneidad. Más bien existía en ellos un gran dinamismo en sus actitudes, representando el pasmo y el asombro que sintieron cada uno de ellos ante las palabras de Jesús. Con recuerdos del “art-decó” de sus maestros o incluso en la contusión de las anatomías para los “Burgueses de Calais”, obra de August Rodin.
El 11 de
febrero de 1946 llega la talla de Jesús (el hoy denominado de la Esperanza).
Los comentarios fueron unánimes, destacando la magnífica calidad de la talla. A
partir de esta entrega, a la cofradía le esperaban doce años para ver
completado el paso, debido, fundamentalmente, a las dificultades económicas de
la cofradía y al retraso constante en el envío de las tallas por parte del
escultor. En este aspecto, al igual que en la impulsión para la realización del
paso, toma especial importancia la figura del sacerdote D. Andrés Gamboa, alma
mater y quien mantuvo constantes contactos escritos con el escultor. Así año
tras año fueron llegando las figuras a la ciudad y exponiéndose en la Catedral
y en comercios que se prestaban a ello.
En 1949,
llegaron las figuras de San Andrés y San Bartolomé. En 1951 San Simón y San
Judas Tadeo. San Felipe lo hizo en 1952, y en 1956 San Pedro, San Juan y
Santiago el Mayor, acompañadas todas ellas de la nueva figura de Jesús, dado
que la primera se había quedado, a juicio del escultor, demasiado pequeña para
el colosal grupo. El precio de este segundo Jesús era de 51.000 pesetas, que
estaba muy lejos de las 18.000 que costó el primero. Unos años más tarde
llegaron los apóstoles Santiago el Menor y Judas Iscariote, y finalmente el 13
de marzo de 1958 se completaba el paso con la talla de Santo Tomás. El día 30
de marzo de ese mismo año, Domingo de Ramos, se procedió a la bendición por el
arzobispo de Valladolid D. José García Goldáraz, y cuatro días después salió en
procesión por primera vez.
Las figuras
del paso fueron policromadas por Isidro Cucó, el cual cobró 25.000 pesetas por
cada apóstol y 40.000 por cada una de las dos tallas de Cristo. Guraya se
destacaba por la utilización de modelos naturales, así, para los apóstoles de
la Sagrada Cena, los rostros procedían de gentes que no solamente el escultor
buscó en su entorno más cercano, sino también Cáceres, Marruecos y Tetuán, de
origen bereber, árabe y judío. La carroza que debía de llevar al paso fue
realizada por los talleres Goval y tenía como novedad en ese momento, el estar
compuesta por una plataforma que se elevaba por medio de cuatro gatos,
facilitándose de este modo el montaje y su posterior visión en la calle, de
similar modo se procedía a en sentido horizontal al ampliar la superficie, una
vez estuviera en la calle.
A partir de
1958, cuando el paso quedó ya totalmente terminado, el éxodo del paso fue
continuo y diversos los lugares que tuvo que recorrer hasta encontrar aposento
definitivo, pues no había lugar apropiado donde poder ser guardado por su gran
volumen. Un año incluso llegó a depositarse en el Parque del Servicio Municipal
de Limpieza, junto al popular “Tragaldabas”, y de allí fue a dar a San Pablo.
El paso, en
la actualidad, procesiona la tarde del Jueves Santo en la procesión de la
Sagrada Cena, junto al Jesús de la
Esperanza; y en la procesión general del Viernes Santo, junto a otros 32
pasos que relatan todo el ciclo de la Pasión de Cristo. Durante todo el año el
paso se guarda en la iglesia de San Pedro. El 20 de marzo del año 2015 presidió
en el altar mayor de la Catedral vallisoletana el pregón de Semana Santa en una
disposición que me atrevo a calificar de espectacular, como veréis más abajo.
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